Stgo+LAB es el nombre del evento que también se conoce como Cumbre de Empresas que Transforman Santiago. Se trata de una actividad que analiza y debate sobre los desafíos que tienen las Pymes en la transformación del espacio urbano.
El principal objetivo del evento es fortalecer el aporte que tanto pequeñas como medianas empresas de la Región Metropolitana pueden hacer en cuanto a amplificar sus impactos socioambientales positivos sobre la ciudad, la comunidad y el medioambiente.
Se trata de una iniciativa que surge desde la alianza entre Sistema B, Santiago Resiliente, la Intendencia Metropolitana, el gobierno regional y la Universidad Adolfo Ibáñez, junto a socios destacados como BancoEstado y Caja Vecina. El programa se encuentra co-financiado por Zoma Foundation, Corfo y otros fondos nacionales.
María José Ramírez, directora del evento, subraya que un impacto empresarial y social positivo permiten la puesta en marcha de una ciudad “más virtuosa con el ecosistema”.
¿Cómo es la evaluación que hacen de su labor como Stgo+B en cuanto a sumar a empresas y entidades en el proceso de convertirlas en agentes de cambio?
– Es muy positiva. Estamos contentos con los resultados, con la convocatoria y con la cantidad de conversaciones que hemos tenido con el mundo privado. Estamos impresionados de la buena recepción, del involucramiento y del entusiasmo por parte de empresas de todos los tamaños y rubros que se han sumado a esta invitación a trabajar juntos para desarrollar nuestra ciudad.
Esta dinámica demuestra que cada vez hay un mayor nivel de conciencia tanto del mundo privado como del público, de la sociedad civil, de la academia y de los ciudadanos, de que todos somos responsables, en conjunto, del lugar que habitamos; de que nuestra calidad de vida y la de las comunidades tienen que ver con lo que hacemos y dejamos de hacer cada día.
Estamos desarrollando proyectos concretos con algunas compañías en particular y, además, vamos a apoyar a un conjunto de empresas pequeñas y medianas para mejorar su competitividad y capacidad de impactar positivamente sus territorios.
El resultado, finalmente, no tiene que ver con el número de empresas a las que llegamos, sino más bien con la cantidad de asociaciones y conexiones que generamos entre empresas, comunidades, municipios, autoridades locales, academia, fundaciones y ciudadanos en torno a proyectos que nos movilizan y nos desafían a todos.
¿Cuáles son las principales barreras que encuentran y cuáles son las que, a su juicio, ya se han ido cayendo?
– Más que barreras, se han ido cayendo algunos prejuicios. Desde afuera, podríamos pensar que la empresa privada está menos conectada con las necesidades de los ciudadanos o los temas urbanos en general. Pero nos hemos ido dando cuenta de que no es así. Lo que falta hoy -principalmente- son mecanismos y vías concretas a través de los cuales las empresas se puedan sumar.
Ha habido una transformación interesante a lo largo del tiempo desde el concepto de “responsabilidad social empresarial” a lo que actualmente es el “impacto positivo socioambiental”. Hoy las empresas quieren incorporar esta mirada de impacto en el centro de sus modelos de negocios, más que actuar con acciones aisladas o externas a lo que hacen.
Lo bueno es que existen menos barreras cuando la invitación se hace desde todos los sectores y con un propósito común. > Leer nota completa aquí